Minirreseña – ‘Persona 3: Dancing in Moonlight’

Persona 3: Dancing in Moonlight

Atlus

PlayStation 4, PlayStation Vita

LANZAMIENTO: 04/12/2018

Hace ya unos años desde que Atlus nos sorprendió con Persona 4: Dancing All Night. Y es que, aunque la saga nunca fuera extraña a los spin-off —de hecho, Persona no deja de ser uno de Shin Megami Tensei—, derivar un RPG hacia el videojuego rítmico es un movimiento arriesgado. Por suerte, convenció a muchos fans por su esfuerzo en extender las aventuras del equipo de investigación con un modo historia y elementos que hacen más rico el universo. Por tanto, cuando se anunciaron versiones para Persona 3: Dancing in Moonlight y Persona 5: Dancing in Starlight, los fans lo celebraron.

Por desgracia, que el anuncio fuera uno dual y no una suerte de crossover hizo levantar las sospechas de algunos seguidores. ¿Sería esto un juego al precio de dos? ¿Serían juegos diferenciados pero el desarrollo de uno impactaría en el otro de forma no simbiótica? Sólo podíamos esperar para ver qué tal salía la cosa.

Y es que volviendo al presente —o mejor dicho, al momento en el que el juego salió al mercado—, existían motivos para preocuparse. Lo primero en lo que se notó fue en el modo historia: había sido sustituido por unas simples interacciones con los compañeros de equipo. Si bien sigue siendo una excusa perfecta para volver a conectar con personajes a los que echábamos de menos. Desgraciadamente, el único arco que comparten de trasfondo es… Un guion excusa en el que las ayudantes de la habitación de terciopelo deciden hacer una competición entre sus chicos.

En efecto, ya el propio argumento del juego nos deja claro que es una mitad del conflicto. Poco hay que jugar a ambos para ver que no dejan de ser reskins de lo mismo, hasta el punto de compartir los mismos desafíos, progresión y accesorios entre ambas entregas.

Pero describamos primero lo que aporta el propio juego: por un lado, el modo social ya mentado. Por otro, el modo arcade, la atracción principal. Como título de ritmo es simple, pero efectivo: estímulos que van generándose de forma radial al ritmo de la música y que hay que accionar cuando llegan al espacio señalado en la periferia de la pantalla. La variedad es, en esencia, básica. Pulsaciones simples, sobles, continuadas y simétricas junto a unos discos que nos pedirán mover el joystick o usar los botones L/R. Estos discos no son obligatorios, pero nos ayudarán a aumentar el combo y, en ocasiones, nos permitirán acceder al modo fiebre. Todo esto, con cuatro modos distintos de dificultad para gusto de todo jugador y un puñado de modificadores que harán nuestra experiencia más simple o más compleja.

Quizá más interesante para el fan de la franquicia que no está versado en los juegos musicales es lo que ocurre detrás de esa capa de botones. Ahí veremos al personaje asociado al tema musical que hayamos elegido —por desgracia, no podremos elegir a nuestro personaje predilecto para cada tema— dándolo todo en la pista de baile. Pista, que en el caso de esta entrega, será una recreación de alguno de los escenarios emblemáticos del título original de PlayStation 2 y nos hará —al menos a un servidor— desear una suerte de adaptación de la obra original a los nuevos tiempos.

También hay que subrayar el mérito del título a la hora de preparar las coreografías, ya que hacen que cada personaje haga gala de un estilo de baile asociado perfectamente a su personalidad. Muestra de ello también es el modo fiebre, en el que se unirá un segundo personaje con el que llevaremos a cabo una coreografía capaz de representar con acierto la relación entre ambas partes. Por desgracia, no será así en todos los temas, puesto que algunos sólo nos reproducirán un vídeo de fondo sobre el que no tendremos control alguno.

A esta capa de deleite fan se le añade la posibilidad de vestir a nuestros personajes con diseños conocidos y por conocer y la posibilidad de visitar las habitaciones de nuestros compañeros de equipo una vez superado cierto nivel social con ellos, algo que, si bien es un buen detalle, es incapaz de sustituir una progresión narrativa real y una variedad de entornos fuera de la danza. Tampoco ayuda a la identidad propia del juego su escaso contenido: apenas una veintena corta de temas musicales han sido seleccionados para la ocasión —y para más inquina, muchos están repetidos en forma de remix—, que pueden verse expandidos al doble mediante contenido descargable. Si bien esta política de abusar de la cartera del jugador para este tipo de entregas es conocida para Atlus, en esta ocasión se antoja excesiva y se suma de forma poco grata a que el título haya sido dividido en dos partes totalmente simétricas, lo que hace que contar con sólo una de las entregas base sepa a poco.

En definitiva, Persona 3 Dancing in Moonlight es un título que no disimula demasiado qué pretende ser: un producto dedicado a los más fanáticos de la franquicia, esos que quieren ver de nuevo a sus personajes favoritos en acción y a los que no les importa el resto. O a los muy ávidos de los juegos musicales que busquen una experiencia nueva con verdaderos temazos. Pero para el público general, o incluso para los jugadores del original que no estén demasiado involucrados… Será mejor esperar a la próxima.