Minirreseña – ‘Hell Yeah! Wrath of the Dead Rabbit’

Hell Yeah! Wrath of the Dead Rabbit

Arkedo Studio

PC, PlayStation 3, Xbox 360

LANZAMIENTO: 15/09/2012

Una de las mejores cosas de escribir a mi bola es poder señalar cualquier juego que haya completado y decir “eh, pues me apetece hablar de esto” sin tener que prestar demasiada atención al nivel de relevancia que pueda tener en un mundo que corre más rápido que el tiempo que tenemos como jugones, por dedicados que seamos. Y en este caso el responsable es uno de estos pequeños títulos que me he cruzado casualmente, haciendo limpieza —más bien, cavando un poco en mis tendencias de revisión y documentación— en mi biblioteca de Steam: Hell Yeah! Wrath of the Dead Rabbit

Este título de 2012 de los franceses Arkedo Studio tuvo cabida en un bundle que recopilaba juegos editados por SEGA de un par de años después y acabó en el fondo del armario como mero accesorio a la colección. Pero con algo más de tiempo en mis manos y los aún latentes efectos de una cuarentena que agota mi lista de pendientes a velocidad pasmosa, decidí darle una oportunidad basándome en su premisa, estética y un par de recomendaciones semianónimas.

Y es que la idea que presenta el juego es tan absurda que me encanta: tras la muerte del Rey del Infierno, su hijo Ash ha de heredar el trono y mostrar su mano dura. Desgraciadamente para el conejo epónimo, un paparazzi sacó fotos suyas jugando con Ducktator, su patito de goma, en la bañera . Nuestra misión será recuperar las fotografías y destruir a los cien monstruos que han sido testigos de ellas para recuperar nuestra amenazante imagen. Para ello deberemos recorrer diversas partes del infierno, incluyendo el clásico de fuego y lava, un club rave y un infierno irónico de cielos coloridos y una paleta alegr de colores, para asesinar de la forma más cruenta posible al centenar de monstruos y poder seguir avanzando.

Definitivamente, sonaba bien. Y la estética desenfadada, como de dibujo animado de los sábados por la mañana, ayudaba a que te tomaras un poco menos en serio el cruento espectáculo de ejecución que bien podría salir de títulos como Bayonetta si lo quisiera. Y es que al dar el golpe de gracia a cada uno de los villanos —ya fuera enfrentándote físicamente a ellos o resolviendo el puzle de turno para darles matarile—, un pequeño minijuego toma lugar para darle una capa extra de gore y humor. Nos sacarán una sonrisa, sí. Pero por desgracia, acabarán repitiéndose demasiado a partir de cierto punto en el juego. Y por muy divertido que sea ver cómo un demonio explota en sangre, chuletas y confeti, la cuarta vez que lo ves ya no es lo mismo.

El resto del título es un plataformas de acción bastante servicial. Ash contará con un jetpack con hojas de sierra con el que taladrar diversos tipos de pared —y así, ya de paso, aporta un ligerísimo toque metroidvania— y un buen arsenal de armas con las que destruir a los testigos. Pero, como ya adelantaba, no todo es ultraviolencia y rupturas del cuarto muro, ya que no todos los monstruos caerán por el peso de las armas. Algunos te harán usar la materia gris para llevarles al otro mundo —literalmente, matarlos les lleva a una isla en la que se convierten en tus esclavos— o que se suiciden por ti.

De vez en cuando, la jugabilidad nos da un pequeño soplo de aire fresco gracias a mecánicas que no nos esperaríamos, como niveles sin armas, un par de circuitos en los que usar el jetpack para hacer cabriolas y salir por los aires o algún que otro segmento de submarino o nave espacial. Sin duda es agradable, ya que la base del título es tan formulaica que, de no ser por la pequeña salida de la monotonía de tanto en cuando, terminaría hastiando rápidamente al jugador.

Este juego también cuenta con un sistema de gestión, la ya mentada isla, que nos permitirá poner a trabajar a nuestras víctimas para darnos recompensas en el juego. Desgraciadamente, tras su primer golpe como chiste en una hilarante introducción, el sistema deja mucho que desear. Primero, por la necesidad de salir a la pantalla de título para visitarla, perdiendo tu posición actual en el mapa. Segundo, por lo parco y escaso de los premios: en una partida al 100% sólo obtuve tres regalos de una isla a producción casi completa. En cambio, el sistema de misiones secundarias —realmente, una colección de pruebas cronometradas— sí que son capaces de sacar un rato de juego extra la mar de distendido.

Al final, Hell Yeah! Wrath of the Dead Rabbit es una joyita oculta en un catálogo pasado, aunque no sea excesivamente brillante. Merece mucho la pena haberme dedicado a quitarle el polvo a la estantería para encontrármelo —y me ha dado una decena de horas dignas de mención—, pero por otro lado su proceder formulaico y su sobredependencia en martillear algún que otro chiste que no sabe mantenerse lo suficientemente fresco como para estar tan repetido a lo largo del juego explica por qué la aventura de Ash no pasó la prueba del subconsciente colectivo ocho años después.

Aun así, si te cruzas con él en tu olvidado catálogo y lo desconocías, déjame ser esa recomendación semianónima que te lleve a probarlo.