Minirreseña – ‘Sonic The Hedgehog’

Sonic The Hedgehog

Jeff Fowler, 14/02/2020

Sonic The Hedgehog —según SEGA se capitaliza así de verdad, The es su segundo nombre, aunque los cómics de Archie afirman que es Maurice— ha tenido un trayecto bastante caótico hasta llegar a la gran pantalla. Y es que si bien el erizo ha visitado con mayor o menor grado de éxito varias veces por televisión, este proyecto de live action híbrido ha pasado por demasiadas manos y un ya memético rediseño hasta poder alcanzar su hueco en las salas de cine.

El resultado, a pesar de la larga sombra que dibuja maldiciones sobre las adaptaciones fílmicas de videojuegos, ha sido bastante más grato de lo que cabría esperar. Fiel a su década de nacimiento, este filme pretende homenajear tendencias empleadas hasta la saciedad en los noventa —como los filmes de viajes por carretera o de colegas improbables— con una buena capa de cariño por el medio y un barniz que trae al conjunto hasta a la actualidad.

Y es que, al contrario que muchos otros intentos de trasladar lo videolúdico a un largometraje, este filme es consciente de lo que es e intenta buscar su identidad de forma clara sin abandonar el concepto original y, lo más importante, sin abandonar al que viene siendo fan del protagonista desde hace ya casi tres décadas. Porque las referencias estarán ahí, algunas más claras como el archiconocido Sanic, otras más obtusas como memes de una década de antigüedad que pocos recordarán y algunas que requieren rebuscar entre la colección de cómics del erizo si quieres poder reconocer. ¿Y lo mejor? Que se sienten perfectamente orgánicas con el resto del filme y, de no conocerlas, podrías pensar que están ideadas para la ocasión sin mayor problema.

Todo esto hace que el mejunje cinematográfico cuaje con acierto, si bien la premisa es algo débil por sí y cualquier espectador pueda esperar desde su asiento cualquier tipo de giro propiciado por los tropos habituales de este tipo de historias.

La factura técnica del filme también tiene un hueco a la mención: pocos dirían que el desarrollo de los efectos especiales ha sido tan turbulento con un resultado tan sólido, especialmente en la secuencia inicial de animación, que nos hace preguntarnos cómo quedaría una cinta dedicada íntegramente a esta tecnología, ya que el material estaba ahí.

No obstante, no puedo quejarme del resultado final. Jim Carrey es capaz de masticar cada escena en la que aparece fundiendo a la perfección su carisma propio con el del archiconocido villano y Ben Schwartz vuelve a traernos una brillante actuación de voz que hasta los actores habituales del erizo se pararon a elogiar. Y no es para menos. James Marsden, por su parte, cumple con su papel sin demasiados alardes pero sí que con entregas memorables.

Y es que al final no sé si han sido las expectativas bajas tras una vida de desastres cinematográficos basados en obras clave de la industria o que la película —si bien no un portento cinematográfico— es genuinamente capaz de traernos una distendida tarde de disfrute no irónico, pero un servidor y fan del protagonista desde su tierna infancia, ha de aprobarla a pesar de sus peros.