Tras una magnífica precuela y los remakes de las dos primeras entregas de la saga, esta versión de Yakuza 3 ha llegado a mis manos como el producto más desactualizado de la franquicia, algo que —un muy buen lavado de cara aparte— hace que el ritmo a nivel jugable y estético dé un bajón notorio si has jugado a la saga en orden cronológico.

En esta ocasión la historia, con un nuevo guionista principal, decide poner mejor anclados los pies en la tierra —una decisión que si bien polémica, es capaz de proporcionar perspectiva adicional sobre el protagonista—, centrando gran parte de su atención en el orfanato Morning Glory y en los chicos a los que Kiryu cuida, dejando en un segundo plano los asuntos de la yakuza salvo en los momentos más caldeados del guion.

Por otro lado, la adición del contenido originalmente recortado da un ligero soplo de aire fresco para los occidentales a un título que, a todas luces, sabe mantener su cabeza alta como entrega de pleno derecho de la franquicia con los personajes que a estas alturas ya se habrán hecho un hueco en nuestros corazones.